En Alemania están presentes gran parte de las tradiciones navideñas que conocemos, ya que la fiesta ha evolucionado de manera muy similar a la nuestra. No obstante, posee una serie de peculiaridades que la convierten en una temporada única.
Para empezar, las cinco semanas previas a la Navidad, que se conocen como tiempo de Adviento, también son muy significativas y guardan un simbolismo profundamente cristiano. Durante el primero de los cuatro domingos previos al inicio de las fiestas navideñas se enciende una vela en los hogares, y se va añadiendo otra más en las semanas posteriores, representando, de este modo, la luz que trae al mundo la llegada del Niño Jesús y la vigilia de los creyentes ante el acontecimiento.
También en estas semanas es cuando empiezan a proliferar los mercadillos de Navidad en numerosas ciudades del país. La costumbre es muy antigua y deriva de épocas muy anteriores a la llegada del cristianismo, por lo que no sólo se ha mantenido, sino que se ha reforzado con el paso de los siglos. En los mercadillos navideños podemos hallar muestras de todo tipo de artesanía relacionada con la fecha, de comida típica y de vino caliente, la bebida de la temporada. Algunos de los más conocidos, y de los que más turistas atraen, son los de Augsburgo, Múnich, Berlín, Bremen o Frankfurt.
La celebración de la Nochebuena como ese momento especial para las reuniones familiares no se queda sólo en la cena del día 24; se extiende al 25 e incluso al 26 de diciembre. Entre los platos más típicos se encuentran el pato, el cordero y la ensalada de fideos o patatas, acompañados de un postre de frutas y dulces.
Al terminar la cena del 24, se colocan los regalos bajo el árbol. Un momento especialmente destinado a los más pequeños, a los que se conmina a recogerlos haciendo sonar una campanilla… pero la tradición dice que no pueden empezar a abrirlos hasta haber entonado, todos a coro, el villancico Noche de Paz.