Hace algunos días os hablamos de las Navidades en China, y de cómo las tradiciones del país se imbrican con el legado del cristianismo. Hoy veremos otra región en la que podemos encontrar esta mezcla, si bien en menor medida: Japón.
Japón cuenta con una cantidad mucho menor de cristianos: tan sólo el 1% de la población declara serlo de manera abierta, a pesar de que la simbología sea conocida y esté presente a causa del contagio occidental. Al igual que sucede en la vecina China, la tradición sintoísta impregna la celebración de los días principales de la temporada.
El día de Navidad no es, al contrario que en el resto del mundo occidental, una fecha de reunión familiar. No existe la costumbre de las comidas o cenas masivas, donde los parientes separados se encuentran después de largos meses. Sin embargo, sí se considera un día especialmente relevante, y existe la costumbre de realizar buenas acciones. Muchos japoneses eligen el 25 de diciembre para acudir como voluntarios a los hospitales o para hacer obras caritativas.
El personaje equivalente a Santa Claus (que también está presente en muchos hogares) es el monje budista Hotei-Osho. Al igual que nuestro entrañable barbudo, entrega regalos y juguetes a los niños que se lo merecen. Pero parece ser un tipo mucho más estricto en su vigilancia que Santa, ya que, según cuenta la tradición, tiene ojos en la parte posterior de su cabeza, de manera que no se le escapa ninguna trastada de los más pequeños.
En las escuelas, suelen representarse durante estas fechas multitud de obras de teatro relacionadas con la temática cristiana, sobre todo con el nacimiento de Jesús.
Por supuesto, en lo referente a decoración, las calles y las casas se engalanan de la misma manera que hacemos en Occidente: luces, árboles y colores por doquier.