Quizás has oído hablar de esta expresión en muchas ocasiones, en sentido metafórico. La Navidad es una época en la que las tensiones se relajan, al cobrar gran importancia los lazos familiares y amistosos. Sin embargo, fue durante la Primera Guerra Mundial cuando tuvo lugar un acontecimiento realmente emotivo en este sentido, que ha pasado a la Historia a través de películas y libros.
Todo comenzó en el frente occidental, en 1914, donde llevaban semanas enfrentándose las fuerzas británicas y alemanas. Cuando llegó el 24 de diciembre, sin embargo, algunos soldados alemanes empezaron a pensar en celebrar la festividad en ciernes; algo que sin duda podría, al menos simbólicamente, acercarles el calor de sus tan lejanos hogares. La idea caló entre las tropas. Contra todo pronóstico, las trincheras se llenaron de decoración navideña. En cierto momento, los alemanes comenzaron a animarse cantando el villancico Noche de paz. Su sorpresa fue mayúscula cuando escucharon que los ingleses les respondían desde sus propias trincheras, entonando a su vez canciones de su tierra.
Empezó así una tregua tácita entre ellos. Se intercambiaron regalos (fundamentalmente las vituallas que llevaban consigo: whisky o cigarrillos), se felicitaron, y el enfrentamiento armado quedó a un lado, siendo sustituido por partidos de fútbol. La idea se extendió rápidamente a otros frentes, que la secundaron.
En algunos casos la tregua duró sólo la noche del 24 al 25 de diciembre, pero en otros, incluso, llegó hasta el final de la temporada navideña. Sin duda, un gesto de humanidad y fraternidad del que podemos sacar valiosas lecciones, aun habiendo transcurrido ya casi un siglo desde ello. Podemos encontrar recreaciones de esta emotiva historia en películas como la reciente Feliz Navidad (2005), de Christian Carion, o la más veterana Oh What a Lovely War (1969), de Richard Attemborough. La canción Pipes of Peace de Paul McCartney también fue escrita en homenaje a este episodio.