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Leyenda sobre la hospitalidad navideña

el enebro

el enebro

Uno de los sentimientos que prevalecen generalmente en la navidad, es el dulce sentimiento de la hospitalidad, el que se vive con las visitas navideñas que en cada hogar no faltan llegadas las fiestas. Quizá debemos recordar dentro del relato bíblico de la noche del nacimiento de Jesús, cuando José y María deambularon por la ciudad de Belén sin encontrar nadie que les acogiera, y fue la hospitalidad al fin la que les permitió pasar la noche en un pesebre ante la eventualidad de tener que estar a la voluntad de los elementos.

Esa hospitalidad según una de las populares leyendas navideñas, la habría demostrado un silencioso árbol de enebro. Hemos de recordar que las leyendas pretenden llevar enseñanzas morales a los que las escuchan y en la lejana Edad Media abundaban, aunque estuvieran muy alejadas como en este caso, del relato navideño. Aún así dura hasta hoy en algunas culturas la percepción de la hospitalidad del enebro. Ya saben un árbol de frondosas ramas que suele ser existir en grandes extensiones en Centroamérica y Africa, y que provee una sombra abundante para el cansado viajero en un soleado verano.

El enebro de nuestra leyenda navideña del enebro, se trataba de otro árbol más de esta especie, que encontrándose en un bosque cercano a la ciudad de Belén, se encontró un día escuchando el llanto de un niño y una madre acongojada que de la mano de un hombre huían. Era el día de la tristemente célebre Matanza de Herodes, ordenada por el rey Herodes de Judea para acabar con todos los niños menores de dos años que según él, uno de ellos amenazaría con el tiempo su poder, porque era el nuevo Mesías, el hijo de Dios que le habían contado los Reyes Magos a su paso por la ciudad.

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Al escuchar a la sagrada familia que huía y que estaba a punto de ser descubierta por los soldados que la perseguían, el enebro abrió sus ramas para ellos y los cubrió de tal manera que no fueron descubiertos, y luego pudieron huir y proteger la vida…desde entonces se consideró al enebro el árbol de la hospitalidad.

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