Una hermosa noche de diciembre, allá en La Habana, estaba una pareja de cubanos mirando el mar, muy acaramelados en el malecón, cuando de repente, él le dice a ella:
– Chica, ¡déjame tocarte el wiwichu!
– Estás loco, mi negro, ¿cómo crees, si no es tiempo todavía?
-Anda chica que no ves que es el tiempo perfecto, ¡déjame tocarte el wiwichu!
– ¡No, que no quiero!
– Anda chica, es ahora o nunca, deja que te toque el wiwichu…
– Bueno, mi negro, sólo porque te quiero mucho…
Entonces el negro agarra su guitarra y comienza:
«¡¡¡¡¡Wiwichu a merry crismas, wiwichu a merry crismas, wiwichu a merry crismas,
and a japy niu yirrrrr!!!!!!!»