Cada Navidad nos nace un sentimiento que contagia de alegría y esperanza a todos los que nos rodean… o a casi todos. Algunas de las maneras en las que demostramos nuestro espíritu navideño es obsequiando con lo mejor de nosotros.
El gesto de desprendimiento y generosidad se hace notar, por suerte o por desgracia, más en est as fechas. Pero… ¿cómo sabemos si nuestro gesto “desinteresado” produce algún efecto en quien lo recibe?
Una de las claves es no obsequiar si nos vemos presionados por la situación, nunca debemos regalar algo si luego… por decirlo de alguna manera, vamos a echarlo en cara.
Cuando obsequiamos lo haremos asumiendo todas las consecuencias, un regalo es el símbolo de un aprecio sincero y una forma de homenajear a “esa” persona.
No importa si es un regalo sencillo, este contendrá un mensaje que denote que el obsequio es dado de corazón y no solo como una manera de salvar la situación “quedando bien”.
El regalo que escojamos, para nuestro amigo, novio, madre, abuelo o simplemente para nuestro compañero del trabajo llevará intrínseco nuestra forma de observarle y realmente lo que pensamos de quien lo va a recibir. Por ello antes de seleccionar lo que vamos a regalar tomaremos en cuenta que más que un valor monetario es el valor sentimental que debemos recalcar.
Los regalos en Navidad es tradición de ponerlos bajo el árbol. Esto simboliza lo importante que es cada miembro de la familia; asegurándole lo mejor para el año que entra.
Los calcetines y botas navideñas se utilizan, por lo general, para las tarjetas y/o mensajes de paz y amor. Según la tradición el obsequio de Año Nuevo debe darse después de las 12 campanadas; y abrazar a la persona es lo más importante, ya que es un reflejo de sentimiento, de querer y de lo que nos importa la persona.
Recordad que la Navidad no es la excusa para pedir disculpas o para regalar algo o decir te quiero. Todos los días del año son válidos para sacar ese sentimiento de alegría, para ser feliz y dar un poquito de amor.