No hay un dulce que represente a la Navidad de forma más genuina que el turrón. Blanco, con almendras, de chocolate, o de cualquier sabor que quieran crear las marcas cada año, lo cierto es que llega a nuestros hogares en cuanto comienzan las fiestas. Hoy conoceremos un poco de su historia, y de cómo ha pasado a convertirse en nuestro inseparable compañero navideño.
Los elementos que se han empleado tradicionalmente para su confección son la almendra y la miel, fundamentalmente. Con ambos ya se elaboraba un dulce muy similar en la antigua Al-Andalus. Se considera, por tanto, que fueron los árabes quienes lo crearon, así como a otro protagonista de la Navidad en nuestros paladares, el mazapán.
La primera receta para el turrón, con ese nombre, se recoge en un libro anónimo llamado Manual de Mujeres, que data del siglo XVI. Ya en esa época se había convertido en un dulce muy popular de la Navidad, aunque todavía no estaba extendido más allá de las clases acomodadas.
Las dos ciudades españolas con más antigua tradición “turronera” son Alicante y Jijona. En esta segunda existe una curiosa leyenda que habla del origen del dulce. En ella se cuenta que un rey medieval (no se menciona su nombre) desposó a una princesa de las lejanas tierras escandinavas. Al llegar ésta a Castilla, lo primero que le sorprendió fueron el calor y la ausencia de bosques y cumbres helados, que eran habituales en su hogar. Su añoranza se hacía cada día mayor, así como su tristeza. Para intentar aliviarla, su marido mandó plantar por todo el territorio infinidad de almendros, que en primavera, al florecer, llenaron el paisaje de tonalidades blancas. La reina recuperó la alegría al ver esto, ya que volvió a recordar el lugar donde había nacido. A partir de entonces, se dice que los campesinos y panaderos de la zona empezaron a recolectar las almendras para elaborar diferentes dulces, de los cuales no tardó en surgir el turrón.