Hoy te traigo un cuento de Navidad muy popular y que hará las delicias de los más peques de la casa. Un cuento perfecto para leer en estas fechas y que trata temas como la compasión, la ternura o la alegría.
Había una vez una niña que vendía fósforos en la calle, la pobre niña era huérfana y también había perdido a su abuelita a la que extrañaba inmensamente. Era Nochebuena y hacía mucho frío por lo que la pequeña se refugió en el espacio que había entre dos casas. De pronto al voltear la mirada al cielo observó el paso de una estrella fugaz, lo que le recordó algo que le había dicho su abuelita, que cuando una estrella caía del cielo, un alma subía a cambio. Como tenía mucho frío, decidió encender un fósforo para poder calentarse. La niña se acercó para calentarse las manos y se sintió muy contenta porque ya no tenía frío. Pero cuando la niña acercó sus pies para calentarse, el fósforo se apagó. La pequeña niña decidió encender otro fósforo y esta vez lo que observó fue el interior de una casa, muy adornada, con su arbolito de navidad y una mesa puesta para varias personas, con una deliciosa cena, había un pavo tan grande que alcanzaría para un ejército, también había una cantidad infinita de postres y dulces.
La niña se acercó a la mesa y justo cuando iba a tomar una rebanada del pavo, se volvió a apagar el fósforo; la niña muy triste se quedó sin comer. Conforme iba avanzando la noche el frío era mayor, así que la niña decidió prender otro fósforo y esta vez observó a su abuelita sentada en su mecedora y tejiendo; como la niña no quería que la imagen de su abuelita desapareciera, encendió un fósforo tras otro para estar cerca de su abuelita el mayor tiempo posible. Cuando los fósforos estaban a punto de terminarse, la pequeña niña le dijo a su abuelita –llévame contigo, se ve que el lugar donde estás es el más feliz del mundo y quiero estar contigo siempre. La niña encendió todos sus fósforos y depositó todos sus deseos en ellos, hasta que se cumplió lo que deseaba. Nadie supo de las cosas tan maravillosas que vio la niña ni de lo feliz que fue, pero ahí estaba dormida para siempre con una caja de fósforos en su manita.