El cuento del hombre de jengibre

El cuento del hombre de jengibre

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Buenos días amigos, hoy os dejo con un cuento infantil encantador, El Hombre de jengibre! Seguro que muchos de vosotros lo habéis escuchado alguna vez u os suena.

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Por ello lo dejo aquí, como un buen cuento navideño que podrás leer a tu hijo. A los niños les gustan los cuentos y las historias.

En épocas, como Navidades, puede ser un buen momento para contar cuentos a los más pequeños de la casa.

Si quieres saber cuál es la historia del pequeño hombre de jengibre, aquí os la dejo:

La cocina se llenó del olor dulce de especias, y cuando el hombre de jingebre estaba crujiente, la vieja abrió la puerta del horno. El hombre de jingebre saltó del horno, y salió corriendo, cantando

– ¡Corre, corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!

La vieja corrió, pero el hombre de jingebre corrió más rápido. El hombre de jingebre se encontró con un pato que dijo

– ¡Cua, cua! ¡Hueles delicioso! ¡Quiero comerte!

Pero el hombre de jingebre siguió corriendo. El pato lo persiguió balanceándose, pero el hombre de jingebre corrió más rápido. Cuando el hombre de jingebre corrió por las huertas doradas, se encontró con un cerdo que cortaba paja. El cerdo dijo

– ¡Para, hombre de jingebre! ¡Quiero comerte!

Pero el hombre de jingebre siguió corriendo. El cerdo lo persiguió brincando, pero el hombre de jingebre corrió más rápido. En la sombra fresca del bosque, un cordero estaba picando hojas. Cuando vio al hombre de jingebre, dijo

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– ¡Bee, bee! ¡Para, hombre de jingebre! ¡Quiero comerte!

Pero el hombre de jingebre siguió corriendo. El cordero lo persiguió saltando, pero el hombre de jingebre corrió más rápido. Más allá, el hombre de jingebre podía ver un río ondulante. Miró hacia atrás sobre el hombro y vio a todos los que estaban persiguiéndole.

– ¡Paa! ¡Paa! exclamó la vieja.

– ¡Cua, cua! graznó el pato.

– ¡Oink! ¡Oink! gruñó el cerdo.

– ¡Bee! ¡bee! — baló el cordero

Pero el hombre de jingebre se rió y continuó hacia el río. Al lado del rio, vio a un zorro. Le dijo al zorro

– He huido de la vieja y el pato y el cerdo y el cordero. ¡Puedo huirte, también! ¡Corre, corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!

Pero el zorro astuto sonrió y dijo

– Espera, hombre de jingebre. ¡Soy tu amigo! Te ayudaré a cruzar el río. ¡Échate encima de la cola!

El hombre de jingebre echó un vistazo hacia atrás y vio a la vieja, al pato, al cerdo y al cordero acercándose. Se echó encima de la cola sedosa del zorro, y el zorro salió nadando en el río. A mitad de camino, el zorro le pidió que se echara sobre su espalda para que no se mojara. Y así lo hizo. Después de unas brazadas más, el zorro dijo

– Hombre de jingebre, el agua es aun más profunda. ¡Échate encima de la cabeza!

– ¡Ja, Ja! Nunca me alcanzarán ahora rió el hombre de jengibre.

– ¡Tienes la razón! chilló el zorro.

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El zorro echó atrás la cabeza, tiró al hombre de jingebre en el aire, y lo dejó caer en la boca. Con un crujido fuerte, el zorro comió al hombre de jengibre.

La vieja regresó a casa y decidió hornear un pastel de jingebre en su lugar.

foto: eloveeen

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