La poinsettia, o Flor de Pascua, es una tradición navideña extendida por todo el mundo. Desde hace siglos, esta planta de intenso color carmesí nos acompaña al llegar estas fiestas, en perfecta conjunción con nuestras guirnaldas y adornos de todas las tonalidades. Hay muchas historias relativas a la Flor de Pascua, entre ellas la que ya hemos contado en nuestro blog, que habla de su primera aparición en el mundo. Sin embargo, hoy veremos otra historia, en esta ocasión procedente del folklore mexicano, en la que se narra de manera diferente su origen como planta navideña.
Se cuenta que, muchos años atrás, en un pueblo lejano, vivía una mujer que tenía el encargo de tejer una manta para cubrir la figura del Niño Jesús en su iglesia. Cuando ya se aproximaba la Nochebuena y le quedaba poco para terminar, cayó enferma. Su hija de diez años, llamada Lucina, quiso terminar por ella la manta, e hizo su mejor intento; pero ni sus manos ni su pericia estaban todavía a la altura del trabajo, y no sólo no consiguió terminarlo, sino que acabo por estropear todo lo que su madre había hecho.
Llegó la Nochebuena, y la niña no pudo entregar la manta a la iglesia. Acudió a ella, pero no se atrevió a entrar. Se escondió tras un matorral, desconsolada, y contempló cómo los fieles entraban con diferentes obsequios para colocar a los pies del portal de Belén. En ese momento una anciana se acercó a ella y le preguntó el porqué de su escondite. Lucina le explicó la situación, y la mujer le dio un consejo: “No llores más. Lleva a los pies del Niño varias ramas de este matorral tras el que te ocultas, y verás cómo no pasará frío en este invierno”.
Intrigada por estas palabras, Lucina hizo lo que le decía. Nada más colocar junto al pesebre las ramas, éstas comenzaron a transformarse en una hermosa flor roja, de grandes hojas. Con ellas pudo, por fin, cubrir al Niño y regalarle la manta que había deseado.